Hace unas semanas viví una experiencia inolvidable, y gracias a la cámara de mi teléfono móvil puedo compartirlo con todos vosotros: los pescadores de la Aldea do Meco echando sus redes al mar desde barcazas para sacar unos pocos peces del tamaño mínimo exigido para la venta. Una serie de espectáculos mágicos:
el de la generosidad de los pescadores
compartiendo el fruto de su trabajo con todos los que observábamos,
compartiendo el fruto de su trabajo con todos los que observábamos,
al final de la tarde volví para casa con una bolsa de 4 kilos de caballas. Entiendo hasta cierto punto que la pesca de arrastre esté limitada, incluso que se quiera prohibir. Pero después de ver a este grupo de hombres afanados por devolver al mar cientos de caballas pequeñitas mientras todavía estaban vivas, me he reconciliado un poco más con la especie humana: con lo burros que somos normalmente pisoteando todo lo que la naturaleza pone a nuestro alcance, me resultó un grato placer ver a estos hombretones esforzándose por devolver al mar lo que le acababan de pedir prestado.
El espectáculo de las gaviotas fue sorprendente, y me recordó que la naturaleza es mucho más inteligente que nosotros: la vida continúa, y esta "arte" ancestral tan poco evolucionada, les permite alimentarse con poco esfuerzo cada tarde a la puesta de sol.
1 comentario:
Lola y yo estamos de acuerdo.
¡Precioso!
Besitos y buenos deseos
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