

compartiendo el fruto de su trabajo con todos los que observábamos,
al final de la tarde volví para casa con una bolsa de 4 kilos de caballas. Entiendo hasta cierto punto que la pesca de arrastre esté limitada, incluso que se quiera prohibir. Pero después de ver a este grupo de hombres afanados por devolver al mar cientos de caballas pequeñitas mientras todavía estaban vivas, me he reconciliado un poco más con la especie humana: con lo burros que somos normalmente pisoteando todo lo que la naturaleza pone a nuestro alcance, me resultó un grato placer ver a estos hombretones esforzándose por devolver al mar lo que le acababan de pedir prestado.
El espectáculo de las gaviotas fue sorprendente, y me recordó que la naturaleza es mucho más inteligente que nosotros: la vida continúa, y esta "arte" ancestral tan poco evolucionada, les permite alimentarse con poco esfuerzo cada tarde a la puesta de sol.
1 comentario:
Lola y yo estamos de acuerdo.
¡Precioso!
Besitos y buenos deseos
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