domingo, 25 de diciembre de 2011

el mejor regalo

En el post anterior hablaba del intercambio de regalos de la noche del 24 como una de las cosas que más me gusta de la Navidad. No es un intercambio cualquiera: hasta hace 2 años nuestros regalos eran como los de cualquier familia, un cruce absurdo de cosas más o menos necesarias, más o menos esperadas, más o menos apetecibles, pero fuera de lugar en cualquier caso. Cada día estoy más en contra del consumo absurdo aunque me reconozco parte de un sistema del que, aunque me gustaría, no consigo escapar.

Hace 9 años tomé una decisión respecto a mis regalos a los sobrinos: siempre que sea posible y sobre todo en las ocasiones importantes regalarles experiencias, momentos inolvidables, eso que yo llamo "cosas que llevarse a la tumba". Empecé con uno de los mayores cuando hizo la comunión, le regalé un viaje a Doñana a ver animales en el parque (no vimos muchos, pero los imaginamos todos) y dar un paseo a caballo por el monte bajo y la playa del parque. Lo recordaremos toda la vida como uno de los momentos más intensos y especiales que hemos vivido juntos. La tradición se ha mantenido con los siguientes, y así María, Jaime, Belén y Nicolás me han regalado frases y momentos maravillosos en Doñana.



Cuando cumplen 18 he empezado a regalarles un viaje solos conmigo a una ciudad que elegimos juntos, durante 4 ó 5 días. La vida no me deja disfrutarles a diario, y la primera de estas experiencias con Ana en Londres fue excelente. Este verano me toca con Nano y Marta y espero que la crisis nos permita ir a Berlín, aunque estoy segura de que no les importará cambiar el destino si hace falta.
Hace 4 años, empecé a regalar en Navidad a mis ahijados un billete de avión para venir a verme a Lisboa cuando les dan las vacaciones del colegio. Lo bueno de estos regalos es que yo también soy la regalada, porque tenerles una semana conmigo es un regalo maravilloso. Este año incluso me apunté con ellos a las clases de surf.



Y hace unos años empecé a insistir en la necesidad de cambiar el sentido de nuestros regalos en Navidad. El primer triunfo fue hace 4 años, los adultos hacíamos un "amigo invisible" y ese año el regalo tenía que ser algo de menos de 10 euros, pero pensado y/o hecho para nuestro amigo en concreto, según sus circunstancias. La imaginación creció tanto como había disminuído el presupuesto. Hace dos años leí un post de Leo Babauta en su blog zen habits en el que bajo el título "The case against buying Christmas presents" hacía una reflexión sobre la espiral absurda a la que estas fechas nos arrastran, en la que magistralmente ponía palabras a mi pensamiento: el foco está en comprar y no en compartir, ofrecer algo es fantástico pero comprar no es la única solución. Por fin alguien que pensaba igual que yo!

Le envié el enlace a mis hermanas y les pedí que pensaran, por favor, si no sería una idea mucho mejor dar un nuevo sentido al intercambio de regalos y empezar a salir de la espiral. La idea sería incluir a todos (adultos y niños) en el sorteo del amigo invisible y hacerlo con antelación suficiente para que cada uno pudiera pensar bien su regalo, que tendría que ser no comprado, es decir, reciclado, fabricado, diseñado, pintado, producido por cada uno sólo para su amigo invisible.

Funcionó. Y fue genial. Todos recordamos del álbum que María regaló a Ana con fotos robadas de todos los álbumes familiares, o el talonario de cheques que Jaime fabricó para su madre lleno de cosas tan maravillosas como "365 abrazos, darte 12 veces la razón, o recoger 10 veces las cagadas del perro del jardín".

Este año tuvimos un poco más de tiempo, y aunque Leo nos había regalado un par de posts fantásticos (The no new gifts holiday challenge, y Kids who are gift-less are gifted), esta vez no se los había enviado. Y el resultado ha vuelto a ser maravilloso:

Ana regaló a Marta un precioso frasco con galletas de canela hechas por ella. Martita regaló a su madre una muñeca de trapo hecha por ella (nadie sabía que estaba aprendiendo a coser). Marta madre regaló a Nano un libro (a ver si por fin lee algo que no sea El Marca). Nano regaló a Belén una foto preciosa de los dos juntos en un marco de madera. Belén regaló a Jaime un soporte para fotos, con una foto de los dos juntos.
Jaime me regaló un paragüas que había perdido y unas fotos suyas preciosas. Yo le regalé a José María una edición de los cuentos que el escribe (se puede comprar online aquí). José María regaló a María una caja llena de cosas: desde merchandising variados de Cajasur, hasta un barquito para la bañera, o un soporte con una foto preciosa de todos juntos cuando eran pequeños disfrazados en el jardín de Pozuelo. Maria regaló a su madre un libro que se había leído en el cole y le había gustado mucho. Ana madre regaló a abuela un dibujo con una poesía, y unas campanas de navidad hechas con cápsulas de café. Abuela regaló a Fernando uno de los libros del abuelo Jaime: "La enciclopedia del hágalo usted mismo". Fernando regaló a Ana una copia de una selección de películas en DVD.


Y esta noche haremos el sorteo para el año próximo. Mañana me vuelvo a Lisboa y quién sabe, lo mismo no volvemos a estar todos juntos hasta el año que viene.
Yo este año me siento regaladísima no sólo por Jaime:
la cara de mi cuñado José María al abrir su regalo ha sido para mi
el mejor regalo de Navidad.

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